Flora espontánea podría describirse como una celebración de los paisajes ‘no diseñados’ de la ciudad, cuyo fin es romper con las ideas de ‘belleza paisajística’ instaladas, poner en tensión el deseo antropocéntrico de control, ver belleza en lo diverso, y entablar nuevas relaciones con la multiespecie.
Tiene 138 páginas con fotos originales de Magalí Saberian (y colaboraciones de Fernando Schapochnik y Mariela Paz Izurieta) sobre interacciones curiosas entre plantas, ciudad y personas, y una serie de textos. Fue diseñado por la talentosa Marina Pla.
El contenido se desarrolla en torno a los siguientes temas:
- Baldíos: Por qué nos interesan (o no). Hablamos con Ignacio Fleurquin sobre la deconstrucción de colonialismo botánico y sobre crear condiciones para que la flora se regenere.
- Un encuentro emocional con algo que podría llamarse baldío. Relato de Mariela Paz Izurieta.
- ¿Qué pasa si dejamos a un baldío ser? Las reservas naturales de Buenos Aires son eso: resultado de procesos espontáneos. La geóloga Silvia Marcomini explica cómo se formaron y nos preguntamos: ¿intervenir o no?
- Si vamos a intervenir, ¿hacia dónde? Una visita a El renacer de la laguna en la que su coordinador, Pablo Pulido, explica cómo crear espacios naturales biodiversos en plena ciudad. Foto de un futuro perfecto.
- Para soltar nuestro híper-control sobre la vida necesitamos cambios intelectuales y emocionales que nos predispongan a interactuar con la multiespecie de otras formas. Hablamos de biofilia y plantropoceno con ideas de Edward O. Wilson, David Orr, Natasha Myers y Robin Wall Kimmerer. Se enumeran diez acciones para aumentar la biodiversidad urbana.
- Incluye una guía de plantas espontáneas para desanonimizar la flora urbana.
Necesitamos enamorarnos de otros estándares de belleza y de bienestar. Con los que heredamos de la colonia, de la Revolución industrial y de la sociedad de consumo de posguerra, nos estamos destruyendo. El deseo es que Flora Espontánea aporte a esta construcción.
Crecer más de la cuenta, habitar por fuera de los senderos, saltar paredes o quebrar veredas: a través de estos sutiles actos, quizá las plantas nos estén diciendo que hacen lo que quieren porque ellas están acá hace 450 millones de años (nosotros, hace cuatro).
Flora espontánea hace foco en los paisajes ‘no diseñados’ de la ciudad, con el fin de alentar a ver belleza en la naturaleza diversa y descontrolada, y que eso sea caldo de cultivo para desarrollar nuevas relaciones con formas de vida no humanas.
Un conjunto de textos y fotos parece una pavada al lado de los avances en contra de la naturaleza que observamos cada día. Pero la cosmovisión colectiva se escribe desde miles de frentes distintos, a veces lentamente y, otras, de forma acelerada y contundente. Este libro es una parte de esa construcción.
(Texto de contratapa)
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